miércoles, 25 de junio de 2008

palabras

me persiguen todo el día
y cuando las voy a usar,
las muy hijas de puta,
se esconden
y se encierran entre comillas.
las voy a cagar a trompadas así aprenden
quien manda acá.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

pediles a las palabras que se agrupen de manera tal que pueda decirle a la de gramática: "sos una forra!" pero no tan grotescamente

agustina.
(a punto de pudrirse, como las bananas cuando están "para licuado", como dice mamá)

Anónimo dijo...

Dice el viejo querido, que toda palabra es una metáfora muerta y que el poeta busca devolverle a las palabras el encanto originario (algo parecido dice Nietzsche, aunque el viejo no lo quiere demasiado, tal vez porque ve en él un espejo deformado y, como todos sabemos, Borges detesta los espejos (qué cosa, no poder dejar de hablar en presente cuando hablo del que elegí para que me eligiera))
Dice también que la experiencia del poeta con la metáfora-palabra lo libra del tedio y le entrega la belleza del mundo.
Siempre son las palabras las que mandan, porque se niegan a ser un instrumento para nombrar el mundo. Después de todo, si uno pudiera dominarlas, a quién le interesaría ir tras ellas. A los contadores tal vez; no, a los poetas…
¿Leíste "El idioma analítico de John Wilkins"?

Anónimo dijo...

pareciera que falta un comentario, pero no está..