viernes, 12 de junio de 2009

ay amor,
el silencio destila nuestros cuerpos
y por eso hablamos:
para amordazar toda pureza.

(sirve de inspiración "El grito" de A.A. nadie sirve de nada)
tu cuerpo evapora las palabras impregnadas en mis cosas
y yo por las noches,
casi ceremonialmente,
con paciencia y en silencio
la busco,
intento descolgarlas del techo,
de las nubes, de las estrellas...

nada.
el vacío se potencia en este hervidero estúpido
que es mi cabeza,
plagada, atiborrada en palabras burbujeantes
tan febriles, tan inquietas
tan desesperadas por llegar a la boca de algún silencio
que tenga (!por fin!) algo para decir.

desperte aturdido

tu cuerpo, al lado del mío,

había atraído miles de palabras,

las había traído a tu cama mientras dormías

y pululaban inquietas, como abejas, alrededor de nosotros.

Salí con frío, con una birome y una hoja

me senté en el pasillo para no despertarte

y ¡ay! ellas también fueron mías.

el viento no se va

(me encerré entre palabras en desuso
para no recordarte)

pero todo lo que es pasado tiene tu nombre
y ahí estabas.

un hombre se posee por escampadas, e incluso cuando se posee no se alcanza del todo

nuestros cuerpos nos son ajenos
y no tenemos ni siquiera palabras ajenas para decirlo:
somos un cuerpo flotado a la deriva
(la metafora la da el pasado)
de la estupidez
y ni siquiera esa nimiedad que somos nos pertence.

fin de

las palabras,
cargadas de trampas,
de atajos crueles,
de huellas desnudas,
de historias escondidas,
como un viejo edificio sobre el que han construido un shopping,
como un viejo palacio en ruinas transformado en desarmadero de autos,
como un hogar venido a menos donde ya no se habla
un edificio extraño,
un espacio incomprensible
acá nomás, cerca,
cerquita nuestro,
acá a unos pasos,
estoy seguro que esta cerca
y listo para ser rehabitado,
re-explorado,
re-inventado.