martes, 20 de noviembre de 2007

(títulolessly)

Lo confieso: soy feliz, y he encontrado una forma matemática, casi científica de serlo. Parece una broma, lo sé, o hasta un dictamen de alguna secta extremista pero es cierto, he encontrado una forma metódica para lograr la felicidad. Hice este descubrimiento cuando aún era un joven empleado del Houston Bank. Cada vez que, por entonces, lograba abstraerme de mi vida y mi rol en aquel banco, cada vez que mi mente se perdía en el aire, en ideas irrevocablemente inconcretables e imaginaba que la señorita Gomes decidía invitarme a salir, que me escapaba de mi oficina en el 233 de la Av. Gutierrez y abría un puesto de artesanías, o que el avión en el que volaba para reunirme con el señor Lyods caía maravillosamente en una isla desierta y que allí perdía mi identidad y mi corbata y dejaba de ser el señor Ferro, empleado del Houston Bank, y volvía a ser Fran, el que escribía aquellos poemas estúpidos de joven, cada vez que aquello sucedía, decía, sentía una terrible angustia que por años me resultó imposible explicar y me tuvo a maltraer.

Finalmente una tarde de otoño, si no recuerdo mal, comprendí que no era la distancia que me alejaba de aquellos deseos lo que me angustiaba sino la atormentadora pero increíblemente iluminadora idea de que todo lo que pertenece al mundo de la imaginación, todas las peripecias de aquellos deseos íntimamente perfectos no pueden por naturaleza propia tener paralelismo alguno con la realidad. Comprendí por entonces con increíble asombro que la imaginación y la realidad son sistemas mutualmente excluyentes y que todo lo que pertenece a un conjunto, por definición, no puede habitar en el otro. Por lo tanto, comprendí por entonces con cierta tristeza, había condenado injustamente a los besos de la señorita Gomes en un café parisino, a las pulseritas de macramé en mi puesto de artesianas de Recoleta, las palmeras de mi isla desierta, y a los nuevos poemas que pensaba escribir sobre la corteza de un árbol, en definitiva, a todas mis fantasías a no habitar jamás la realidad, a no ser más que la proyección de un sueño, un mero simulacro de lo real.

Así y todo, lejos de prevalecer en esta angustia, con el tiempo he logrado utilizar este descubrimiento, este sensación a la que ya confió con fe ciega, para mi propia felicidad. Si bien he perdido ya naturalmente la ilusión de que aquellas fantasías iniciales se vuelvan realidad, he logrado, al costo de sacrificar mi vuelo, concretar ciertos deseos y, puedo asegurarlo, ser feliz. He forzado, lo confieso sin pudor, pues nadie debe avergonzarse de lo que ha hecho por ser feliz, mis fantasías para ubicar en ellas todas aquellas situaciones que prefiero evitar en mi vida. Así, he interrumpido mis fantasías caribeñas, para presenciar en sueños todas las posibles negativas de la señorita Gomes (hoy, olvide decirlo, señora de Ferro, mi mujer), todos los posibles trabajos extra y vuelos de más que se le pudieran ocurrir a cualquier superior del Houston Bank, las infinitas posibilidades de que decidieran a otro para los diversos ascensos que he obtenido en mi trabajo, en definitiva, todas, absolutamente todas las posibilidades de que mis deseos más íntimos se concretaran. Ha sido, como imaginaran, una tarea ardua que en algunas ocasiones me ha consumido largas noches sin sueño, trabajosas tardes con la tarea de imaginar cada una de las infinitas posibilidades en las que podían derivar mi vida pero he logrado, puedo decirlo, con el tiempo disminuir las entrecruzadas a menos y lograr, por lo menos en la mayoría de los casos, concretar mis deseos y ser feliz, dictando mi propia suerte.

imprecación de un joven y apasionado idiota

pétalo a pétalo
se desnudará la flor de tu alegría
entregándose a mi cuerpo
débil
ilusa
simple e inocente
Entonces, no correrá más sangre en tus venas
sino el sudor de tus propias lagrimas
que rondará inquieto, desesperanzado e incesante
en aquel laberinto infinito.
Así, no habrá mal que no deambule en tu ser,
Serás dueña y portadora de todos los infiernos;
jamás escrita o pensada, no habrá tragedia que no vague en tu alma.
esperanzada
pura
inocua e ingenua
buscarás la salida
pero ni el fin de tus suspiros dará calma a tu vida:
!ya me perteneces!

03/06/06 - (por entonces) Jean


jueves, 8 de noviembre de 2007

-Me estas hartando, decime rápido así sigo durmiendo.
- Bueno, Martin, es que estoy preocupado. Te decía: Me doy vuelta y
veo que la muchacha, joven, encuentra en una de las bolsas de basura
una balanza. Entoncés veo que sonrie sorprendida y la coloca en el
piso y se pesa. !Ahí, en el medio de la calle! Como diciendole algo a
todos... a la ciudad, a la noche, a la muchacha del cartel de Caro
Cuore de la esquina, como diciendonos "sí, yo también". No sé, ¿me
entendés, vos no? ¿Entendés...?
- Sí, Juan, esta bueno. Pero me querés decir que es lo que te preocupa
- Y... si alguién tiró esa balanza es porque estaba rota.

miércoles, 7 de noviembre de 2007

Busco un cuchillo
Busco una espalda
quiero tatuar.
Tatuarte,
todo lo que no puedo decirme.

Quiero escribir:
siempre era futuro en ese rio.
El mar es una golondrina estúpida,
los elefantes nunca van a caerse


y que sangre.

jueves, 11 de octubre de 2007

El plagio circular

Imaginaba casi ridiculamente en sus tiempos libres que dios tambien era un pobre diablo empleado de una agencia de seguros que detestaba, preso de un horario que nunca habia entendido y de un jefe del que jamas habia recibido más que quejas. Imaginaba a dios sentado en su diminuto cubiculo ordenando papeles, atendiendo clientes rídiculos, escribiendo tonterias: desgastando la palabra en asuntos asquerosamente funcionales, como los llamaba. Lo figuraba recibiendo las reiteradas protestas de su jefe y asumiendo falsamente que sí, que no podia seguir perdiendo el tiempo en tonterias o se iria a perderlo a otro lado. Lo concebia solitario en sus tiempos libres observando a través de la ventana a los hombres caminando por la ciudad, perdidos pero eternamente apurados. Entonces, imaginaba que cerraba, tan solo por un momento, sus ojos y concebia el universo. Imaginaba los enormes continentes y las minusculas tazas de té, los niños jugando en los parques, los amantes en las calles de otro mundo, besandose alegres, los protones y electrones, imaginaba todo detalladamente con una precisión casi microscopica: podia ver sin dificultad los inmensos campos, las pequeñas casas de chapa y hasta los rídiculos empleados de la ciudad, eternamente aburridos de sus rutinarias tareas. En aquel momento, abria los ojos, se juzgaba soberbio y volvia casi avergonzado a sus tareas antes de recibir más quejas.

domingo, 7 de octubre de 2007

El 404 había esperado todavía que el avance y el retroceso de las filas le permitiera alcanzar otra vez a Dauphine, pero cada minuto lo iba convenciendo de que era inútil, que el grupo se habia disuelto irrevocablemenete, que ya no volverian a repetirse los encuentros rutinarios, los minimos rituales, los consejos de guerra en el auto de Taunus, las caricias de Dauphine en la paz de la madrugada, las risas de los chicos jugando con sus autos, la imagen de la monja pasando cuentas del rosario.

La autopista del Sur - Julio Cortázar