jueves, 11 de octubre de 2007

El plagio circular

Imaginaba casi ridiculamente en sus tiempos libres que dios tambien era un pobre diablo empleado de una agencia de seguros que detestaba, preso de un horario que nunca habia entendido y de un jefe del que jamas habia recibido más que quejas. Imaginaba a dios sentado en su diminuto cubiculo ordenando papeles, atendiendo clientes rídiculos, escribiendo tonterias: desgastando la palabra en asuntos asquerosamente funcionales, como los llamaba. Lo figuraba recibiendo las reiteradas protestas de su jefe y asumiendo falsamente que sí, que no podia seguir perdiendo el tiempo en tonterias o se iria a perderlo a otro lado. Lo concebia solitario en sus tiempos libres observando a través de la ventana a los hombres caminando por la ciudad, perdidos pero eternamente apurados. Entonces, imaginaba que cerraba, tan solo por un momento, sus ojos y concebia el universo. Imaginaba los enormes continentes y las minusculas tazas de té, los niños jugando en los parques, los amantes en las calles de otro mundo, besandose alegres, los protones y electrones, imaginaba todo detalladamente con una precisión casi microscopica: podia ver sin dificultad los inmensos campos, las pequeñas casas de chapa y hasta los rídiculos empleados de la ciudad, eternamente aburridos de sus rutinarias tareas. En aquel momento, abria los ojos, se juzgaba soberbio y volvia casi avergonzado a sus tareas antes de recibir más quejas.

domingo, 7 de octubre de 2007

El 404 había esperado todavía que el avance y el retroceso de las filas le permitiera alcanzar otra vez a Dauphine, pero cada minuto lo iba convenciendo de que era inútil, que el grupo se habia disuelto irrevocablemenete, que ya no volverian a repetirse los encuentros rutinarios, los minimos rituales, los consejos de guerra en el auto de Taunus, las caricias de Dauphine en la paz de la madrugada, las risas de los chicos jugando con sus autos, la imagen de la monja pasando cuentas del rosario.

La autopista del Sur - Julio Cortázar